martes, 20 de enero de 2015

FAV 2015: LIDIA


Este día martes fue el día del paseo a solas por el Festival.

Fue el día de una visita que tenía pendiente desde que se inició la semana el pasado sábado.
Una visita muy íntima, una visita para porteños del alma, de alma vieja, una visita que no podía compartir con las niñitas porque son muy pequeñas (ni siquiera saben lo que significa la palabra sastre).

En fin era una visita que sólo a mi me interesaba y que necesitaba hacer en silencio:

Lidia
(en exposición desde el 12 al 25 de enero / Lunes a viernes de 10:00 a 19:00 horas. Sábado y Domingo de 11:00 a 18:00 horas / CENTEX)

La artista visual Jo Muñoz está presentando toda esta semana su proyecto “Lidia”, un homenaje póstumo a la sastrería de Ricardo Araya ubicada en calle Almirante Montt, que hoy ha desaparecido convertida en la ampliación del local de sushi llamado 'Tama'.

El sastre, mientras cosía, veía pasar los años y las transformaciones que fue teniendo su calle Almirante Montt, la ciudad y sus espacios, sin embargo, su lugar de trabajo seguía en una suspensión temporal casi mágica. El involuntario acto de desplazamiento de la obra nos traslada hacia el recuerdo.

Esta exposición consiste en un video hecho a partir de los registros tomados desde la sastrería Lidia y su actual condición, abordando la realidad de algunos sitios añosos y desplazados de Valparaíso. Por una parte, el trabajo audiovisual muestra el cotidiano día del sastre relatando hechos de su vida, con el sonido de la radio de fondo que narra noticias sobre un incendio ocurrido.



Complementando el video, la instalación comprende la copia en grande de un plano comercial del Valparaíso realizado por Juvenal Valenzuela en 1920 quien hizo el mapa comercial a pulso, recorriendo calle a calle la ciudad.
Este plano está construido sobre tela y sus partes están hechas con retazos de ropa, permitiendo ficcionar y especular sobre vestigios materiales y visuales que cruzan a don Ricardo con una época crucial, donde el oficio, los recuerdos y las personas, a pesar de su condición de registro y representación, son irrecuperables.


Don Ricardo murió el 4 de Julio de 2014 a la edad de 83 años. Fue sastre por 64 largos años y arrendó por más de 50 años el local donde funcionaba su sastrería Lidia en calle Almirante Montt. Lo más probable es que sea uno de los últimos sastres que van quedando en nuestro Puerto.

Cuando murió don Ricardo el año pasado, recuerdo haber leído un sentido post al respecto de Cristián Warnken en su blog del Mercurio. La publicación salió el 10 de Julio de 2014 y se tituló:

Desastre de mi barrio

Fue un posteo lleno de pena por la partida de este sastre porteño. Por la pérdida de un pedazo de mi bello puerto.
Cristián Warnken escribió:
"Muchos locales cierran el lunes en Valparaíso. Y después del incendio, la ciudad parece haber bajado más sus cortinas todavía. Pero hasta los lunes más muertos de todos, un sastre abría ritualmente su local de Almirante Montt 61. Aquí llegaban a remendar sus pantalones o sus camisas los transeúntes que prefieren ser fieles a su ropa, los que no piensan que haya que botar todo lo que se desgaste. Hoy día, inesperadamente, la cortina metálica de la sastrería está abajo. Y un cartel anuncia el duelo por la partida del hombre que siempre sonreía con la misma dulzura con que zurcía. Ha muerto el sastre don Ricardo Araya, el tata sastre. Qué desastre para los que nos confiábamos que siempre iba a estar ahí, como si la muerte no pudiera tocar a alguien tan impecable como él. Ya nadie remendará nuestros vacíos, nuestras heridas, la ropa cansada que nos ponemos los lunes, aunque vayamos de bajada, por Almirante Montt hacia el Plan de todos los días. En el hueco de una ventana, apenas cabían él, su máquina Singer y un gato. Y lo más importante: su sonrisa, pequeña lámpara encendida detrás de los vidrios. Que la ciudad se detenga un instante. En un país donde agonizan los oficios y escasean las sonrisas regaladas gratuitamente en plena calle, que muera un sastre de barrio tan dulce como don Ricardo es una pérdida irreparable...

Don Ricardo no solamente remendaba camisas. ¿Quién reparará nuestras sonrisas ahora? Me detengo ante el local cerrado con la ilusa esperanza de que se levante su cortina metálica otra vez. Pasa un joven a mi lado y me cuenta que un día de lluvia vino a dejarle unos pantalones y como estaba estilando no se atrevía a entrar en el local de don Ricardo. Este le sonrió, lo conminó a pasar y le dijo: "cuando llueve, todo se moja". Invierno o verano, el sastrecillo sonriente sostuvo el gesto de una vieja cortesía hoy casi totalmente extinta. Una cortesía de gestos mínimos pero certeros. Como un pan bien hecho, recién salido del horno; como un zapato cosido a mano. Nada reemplaza la mano de un hombre que hace bien las cosas. Ha muerto el sastre de nuestro barrio y el abismo se cuela por los hoyos impunes de nuestras ropas, y estamos como desabrigados ante un frío mortal. Don Ricardo era de los que daban puntada sin hilo, de los que sabían coser con serenidad y desasimiento lo irreparable, la vida. Tengo una herida aquí en la manga izquierda de mi camisa, tengo una "papa" en mi calcetín y esta ropa me duele y se conduele, porque no está manufacturada en China, porque todavía siente. Y la máquina Singer y el gato de don Ricardo se miran, con esa tristeza que se apodera de los seres y las cosas cuando ya no hay un sastre que desde su ventana y su sonrisa remienden la calle por donde pasamos todos los días."


Nada más qué decir. Ha muerto don Ricardo, ha muerto el Sastre de Almirante Montt con la bella sonrisa. Ha muerto una parte bella de mi Puerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario